domingo, 20 de diciembre de 2015

Digo Ciencias Naturales, digo Paula Hertzog

Decía en mi último artículo del blog que como no entiendo ni papa de cine, más allá de saber si me ha gustado o no una película después de haberla visto, no suelo escribir, ni opinar, sobre el séptimo arte. Hace una semana escasa que escribí esto, así que mis conocimientos siguen siendo igual de escasos.

Sin embargo, vuelvo a escribir de cine. Ayer, mientras medio planeta estaba pendiente del reciente estreno de la “película del milenio”, enésima entrega de La guerra de las galaxias, supermegaproducción donde las haya, yo estaba viendo una película argentina que había caído en mis manos por pura casualidad, y es que por estas “longitudes” el cine argentino no se prodiga demasiado, salvo que sea alguna peli que venga con la tarjeta de presentación de alguna celebridad conocida por aquí, como el gran Ricardo Darín.

La película: Ciencias naturales; el director: Matías Lucchesi; las protagonistas: Paula Hertzog y Paola Barrientos.

Una película breve (apenas dura 100 minutos), lenta e intimista... Me gustaría poder seguir con este párrafo y hacer una crítica sesuda e inteligente sobre la peli pero, como ya he dicho, no entiendo del tema, así que me abstendré, por el bien de todos.

No me he podido resistir a hacer un comentario sobre Ciencias naturales, porque en ella hay algo sensacional. Sin desmerecer la más que notable interpretación de Paola Barrientos, la actuación de la jovencísima Paula Hertzog se sale de la pantalla.

Una mujercita enorme para ser tan joven, a la que le sobran el guión y los espectaculares y desolados paisajes en los que transcurre la trama, porque con una mirada a la cámara es capaz de cautivar al espectador más exigente.

El cine está de enhorabuena: tiene a Paula Hertzog para rato.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Tres mujeres en los Goya

Como no entiendo ni papa de cine, más allá de saber si me ha gustado o no una película después de haberla visto, no suelo escribir, ni opinar, sobre cine. En realidad tampoco sé demasiado de literatura y le echo morro de vez en cuando opinando sobre libros, pero eso es otra historia…

Hoy voy a comentar las candidaturas a los Goya, pero no todas, porque, como ya he dicho, no sé de cine. Me voy a referir a dos que me han hecho una ilusión particular: dos candidaturas que se traducen en tres mujeres.

Así que voy con ellas, una tras otra, en un orden que nada quiere decir:

Leticia Dolera, nominada a la mejor dirección novel por Requisitos para ser una persona normal. Una peli peculiar, escrita, dirigida y protagonizada por Leticia. No sé qué es lo que tiene Leticia, pero tiene algo muy especial que me encanta.

No sé lo que tiene Leticia y no sé lo que tiene su peli. Mejor dicho, puede que sí lo sepa pero no lo sé explicar. Para que me entendáis, o para que me desentendáis, Leticia es una chica de colores, y de colores es también su peli. Original, divertida, hermosa, inteligente…, ¿hablo de Leticia o hablo de su peli? Hablo de las dos.

Irene Escolar, nominada a mejor actriz revelación por Un otoño sin Berlín. En los tiempos que corren, con tanta oferta de series y películas, no es fácil para un desmemoriado como yo, fracaso total como fisonomista, retener los rostros y los nombres de tantos y tantas actores y actrices que pululan por esos mundos. Sin embargo, de vez en cuando, viendo una peli o una serie, me fijo en alguien que, por lo que sea, llama mi atención y me informo.

Eso es lo que me pasó con Irene Escolar viendo, si no recuerdo mal, Los girasoles ciegos. Ese rostro sereno, esos ojos profundos y esa voz cálida. Me encanta. No hace falta que comente su trayectoria, ya de sobra conocida y reconocida, que hoy ha tenido un bonito adorno con esta nominación.

Lara Izagirre, que no está nominada pero que es la directora de Un otoño sin Berlín. ¿Qué por qué la incluyo en este comentario si no está nominada? Pues porque me da la gana, y porque me parece una tía estupenda que, estoy más que seguro, nos va seguir dando muchas alegrías cinematográficas que continúen lo iniciado con este precioso regalo que nos ha brindado con su primer largometraje. Tuve la suerte de tomar un café con Lara hace algún tiempo, cuando aún no había empezado a rodar Un otoño sin Berlín pero ya era una talentosa directora de cortos. Uno de sus cortos, Kea, fue precisamente el responsable de que nuestras vidas confluyeran por un instante. Su humo y mi suelo, y es que, a veces, hasta la contaminación tiene su lado bueno.


Leticia, Irene y Lara: mi más sincera enhorabuena y admiración. No os deseo suerte porque sé que no la vais a necesitar.

lunes, 7 de diciembre de 2015

Reseña: El hombre de la máscara de espejos, de Vicente Garrido y Nieves Abarca

Estaba yo ojeando más que hojeando en una librería y me llamó la atención la portada de El hombre de la máscara de espejos. Me sonaba esa portada, ya que sigo desde hace un tiempo a Nieves Abarca en Facebook. Además conozco a Vicente Garrido de verlo en la tele hablando de criminología. Ambos me parecen gente interesante, así que, ¿por qué no leerlos?

Buen, debo reconocer que de entrada me encontré con un par de argumentos en contra:

1.     La novela es un tocho de quinientas y pico páginas. Yo siempre he sido de tochos, pero últimamente tengo muy poco tiempo para leer, muchísimo menos del que quisiera, así que procuro huir de libros gruesos.

2.     Al inicio del libro, al estilo de las viejas novelas de Agatha Christie, se incluye una presentación de los personajes…,  ¡nada menos que cincuenta y dos!, y para uno, que es de memoria frágil al punto de ser apenas capaz de retener un par de nombres cuando lee un libro, la empresa se presentaba inalcanzable.

También encontré algún factor favorable, principalmente el interés que a priori me suscitaban los autores, gente más que entendida en el tema del que escribe…, aunque también es verdad que en tales casos a veces se corre el riesgo de encontrarse, más que con una historia, con un tratado, un curso o un máster, y eso no siempre es bueno para cautivar al lector (de todas formas dicen que Moby Dyck es de esas, y yo he sido capaz de repetir).

Empezaré diciendo que esta novela ha cambiado un poquito mi vida, y eso antes de empezar a leerla. La cosa viene por la foto de los autores que ilustra la trasera de la novela. Por culpa de esa foto me he abierto una cuenta en twitter, algo que nunca se me había pasado por la cabeza…, pero esa es otra historia, de relojes, que ahora no viene al caso.

Me estoy enrollando un poquito y no arranco a hablar de El hombre de la máscara de espejos. Un viaje en avión a Barcelona me permitió disponer de tiempo suficiente como para ponerme a ello y sumergirme con decisión en la trama.

Avanzando en la lectura pude ir descartando mis prejuicios iniciales: la novela engancha con facilidad, así que el tocho se hace ligero; la estructura de la trama y el buen encaje de los personajes en ella ayudan a seguirles la pista incluso al más desmemoriado, como un servidor; y no, no me he encontrado con ningún tratado, curso ni máster en criminología, sino con una novela interesante, muy bien documentada, que destila, de manera natural y si artefactos, el conocimiento de los autores del mundillo  policial y de la psicología criminal.

La historia sucede en unos ambientes tan cotidianos que a uno se le ponen los pelos de punta ante un relato que contiene pasajes realmente duros y descarnados, y es que los malos malísimos se dedican al negocio de las películas snuff, y eso no se puede pintar de color de rosa. Es muy negro.

Total, que se me ha hecho corta. Una novela estupenda que se lee con avidez y con gusto, altamente recomendable. Por cierto, que se trata de la tercera novela protagonizada por la inspectora Valentina Negro, así que me tendré que poner al día con las anteriores.

Sinopsis

La inspectora Valentina Negro lucha por superar los traumáticos recuerdos de su último caso, cuando estuvo cerca de perder la vida a manos de un asesino en serie. Pero la maldad no da tregua: pronto se ve envuelta en una nueva y escalofriante cadena de muertes. La ayuda del criminólogo Javier Sanjuán será clave para desentrañar una compleja trama relacionada con la desaparición de varias chicas y el rodaje de unas terroríficas películas snuff que recuerdan extrañamente al cine expresionista de Fritz Lang.

El dolor, la belleza y la locura se dan la mano en las páginas de esta adictiva novela negra, que es al mismo tiempo un excelente retrato de la mente del psicópata firmado por dos expertos criminólogos. Las páginas de El hombre de la máscara de espejos son una invitación a asomarse al abismo a través de una historia trepidante que engancha y estremece desde la primera página.

Vicente Garrido

Vicente Garrido Genovés es profesor titular de la Universidad de Valencia. Su importante obra científica se ha dado a conocer al gran público a través de sus ensayos de divulgación científica, entre los que destacan El psicópata, Cara a cara con el psicópata  y Amores que matan.

Sus estudios sobre la personalidad delictiva y sus programas de tratamiento con criminales han hecho de él un profundo conocedor de la mente violenta. Garrido fue el primer criminólogo español que colaboró en la captura de un asesino en serie a través de la realización del perfil criminológico del sospechoso.

Ha impartido numerosos seminarios especializados a los cuerpos y fuerzas de seguridad en España y América, así como a jueces y fiscales. El Ministerio de Justicia le concedió la Cruz de San Raimundo de Peñafort.

Nieves Abarca

Nieves Abarca, estudió Historia del Arte en la Universidad de Santiago de Compostela y obtuvo un máster en Periodismo por la UOC. Ha realizado estudios de anatomía patológica y medicina legal, y es especialista en perfiles criminales.

Ha sido directora de una revista de divulgación cultural, además de colaborar en varias publicaciones y programas de radio de A Coruña y Ponferrada. Es funcionaria de carrera y durante trece años estuvo destinada en un cuartel de la policía.


Junto a Vicente Garrido ha publicado las novelas Crímenes Exquisitos y Martyrium, que han tenido excelentes críticas y gran éxito entre los lectores.


jueves, 12 de noviembre de 2015

Alzola versus Musso

Alzola uno, Musso varios cientos de miles. Esa debe de ser más o menos la relación entre los libros que vende un servidor y los que vende Musso. Derrotado por KO técnico.

Dice mi amiga Rosa María Lapeira que mi novela le recuerda al estilo de Guillaume Musso. ¿Que quién es ese Guillaume Musso? Pues según la Wikipedia que todo lo sabe, uno de los autores franceses más exitosos de principios del siglo XXI. Ahí es nada.

De momento, parecidos, pocos. Además Musso es más joven que yo, aunque no mucho y, eso sí, mucho más guapo.

Para comprobar si hay algo de cierto en la atrevida comparación de mi amiga me voy a la librería y me compro un par de novelas: “Central Park” y “Sera-tu là?”. Elijo las versiones originales y así aprovecho para comprobar si aún soy capaz de leer en francés. Además descubro que una de sus novelas, “Pemonición”, ha sido llevada al cine y protagonizada nada menos que por el gran John Malkovich, y resulta que ya la había visto. La vuelvo a ver.

Me pongo a leer y de momento llego a dos conclusiones:

1. Aún leo en francés sin grandes problemas.

2. Me alegro mucho de la comparación, porque las novelas del amigo están muy bien.

Me parece que Musso ha dado con la clave del éxito de ventas. No creo que vaya a ganar el Nobel, aunque nunca se sabe, pero es capaz de dar a sus historias una equilibrada combinación de originalidad, acción e intriga que, con un estilo agradable, engancha al lector y lo deja con ganas de repetir.

Igualito que yo, vamos.

A Musso le gusta incluir en sus novelas, ambientadas en escenarios contemporáneos, un puntito de fantasía que, lejos de la ciencia ficción, añaden a la trama un cierto encanto adicional. En eso sí que puede que nos parezcamos. Ese puntito aparece en “Un billete para el infinito” y también va a aparecer en “EPDT”, que es el título en clave de mi próxima novela, cuya escritura se encuentra ahora mismo paralizada por una buena razón.


Rosa María, solo puedo agradecerte tu opinión sobre mi humilde novela y la comparación que haces con ese pedazo de monstruo. No sé si habrá realmente algún parecido. Dejémoslo en un “a lo mejor”.

martes, 29 de septiembre de 2015

Reseña: La muerte invisible, de Alberto Pasamontes



Alberto Pasamontes acaba de publicar su segunda novela. La primera, Entre la lluvia, me gustó mucho, así que esperaba con impaciencia la siguiente, y aquí está. Por cierto, mañana (estoy escribiendo esto el 29 de septiembre de 2015) es la presentación del libro en Madrid, en la librería Estudio en Escarlata a las 19:30. Quien pueda que vaya, porque Alberto, además de ser un gran escritor es un gran tipo y merecerá la pena escucharlo. Yo no podré asistir. Me pilla lejos y demasiado liado.

En la reseña que dediqué a su primera obra le hacía una pequeña broma al inicio diciendo que más que novela negra me parecía una “novela gris”, pero luego explicaba que lo de gris no era peyorativo sino todo lo contrario.

Y es que las novelas de Alberto son policíacas. Por cierto, que aún no lo he dicho: la nueva se titula “La muerte invisible” y ha resultado ganadora del XVIII Premio Francisco García Pavón de Narrativa Policíaca. No tengo ni idea de cuáles fueron sus contrincantes en el certamen, pero después de leer la novela solo puedo decir que el jurado acertó en su fallo unánime, porque la novela es sencillamente magnífica. Alberto se ha superado con creces y se ha autoimpuesto un listón muy muy alto.

La muerte silenciosa es, esta vez sí, la novela negra más negra que haya leído nunca y, estoy seguro, que vaya jamás a leer.

Hay tres elementos: la narración en primera persona, la elección del tiempo narrativo, en presente, y una ambientación exquisitamente documentada, que, en mi opinión, tienen mucho que ver el éxito que auguro a esta historia y que hacen que el lector se meta literalmente en la piel del héroe de la trama y quede atrapado en la misma hasta llegar hasta la última letra del último párrafo.

La acción transcurre durante los días anteriores y posteriores del catastrófico accidente de la central nuclear de Chernobil, y es precisamente la catástrofe el eje central de la trama. El accidente de Chernobil, el suceso que todo el mundo recuerda pero que muy pocos conocen con detalle. Quien se haya preocupado por saber del tema apreciará doblemente la lectura de La muerte invisible y disfrutará del mimo que el autor vuelca en la recreación de los sucesos y de la ciudad, Pripyat, que se convierte, de alguna manera, en el personaje principal. Quien no lo haya hecho, aquí tiene una oportunidad de hacerlo de la manera más amena.

Tirando del argot cinematográfico, la novela está escrita en un único plano secuencia. Seguimos, o más bien vivimos al protagonista las veinticuatro horas de cada uno de los días que dura su drama. A través de sus grandezas y de sus miserias, de sus detalles cotidianos, de su trato con sus fugaces vecinos, de sus idas y venidas entre la ciudad y el “gran monstruo” de la central accidentada, al lector le resulta inevitable sentirse dentro del decorado hasta casi percibir el hormigueo de la radiación en la yema de los dedos que recorren las páginas.

No quiero cerrar esta reseña sin mencionar el formato de la novela. Pequeño, manejable, con una sorprendente encuadernación rústica con sobrecubierta y un elegante toque “vintage”. Muy bonito.


Alberto: como en los chistes malos, tengo una noticia buena y una mala para ti. La buena es que has escrito una novela sensacional. Lo malo es que lo llevas crudo para superarte…, o tal vez no. Espero con impaciencia lo próximo para desvelar el misterio.

Sinopsis:


Un policía de Moscú es represaliado por el Soviet Supremo a un nuevo destino en Ucrania, concretamente a Pripyat, la localidad más próxima a la central nuclear de Chernobil. Solo dos días después de su llegada es testigo de lo que acabará siendo la mayor tragedia nuclear de la Unión Soviética, silenciada por el poder en un intento de proteger a los responsables políticos de la catástrofe. Cuando están a punto de cumplirse treinta años de esa explosión y fuga radioactiva, fechada el 26 de abril de 1986, Alberto Pasamontes utiliza aquel episodio que impuslsó la Perestroika a costa de asolar toda una región rusa, para crear una novela negra, ganadora del XVIII Premio Francisco Pavón de Narrativa Policíaca, donde un investigador busca en solitario a los verdaderos artífices de aquel infierno.

El Autor:

Alberto Pasamontes (Madrid, 1970). Estudió Filología Inglesa y desde 2009 mantiene una constante actividad literaria, con la que ha obtenido el primer premio en la IV edición del concurso de Relato Corto de Ediciones Beta y un accésit en la XIV de los Premios Artísticos y Literarios del Ministerio de Defensa. Algunos de sus cuentos han aparecido en revistas y antologías. Su primera novela, Entre la lluvia, adscrita al género negro en el que se mueve con gran comodidad, apareció en 2014. Con La muerte invisible ha obtenido por unanimidad el XVIII Premio Francisco García Pavón de Narrativa.

miércoles, 23 de septiembre de 2015

Entrevista a Eduardo Alzola en Sognare e viaggiare con i libri

Os dejo la transcripción de la entrevista que me han hecho en la página de Facebook Sognare e viaggiare con i libri, un estupendo lugar para compartir lecturas y opiniones sobre libros. Las preguntas me las hacen la administradora, Rosa María Lapeira, con la colaboración de mi amigo y colega escritor Víctor Gete.

R.M.L. Buenas tardes
E.A. Hola a todos. Perdonad el retraso pero vengo corriendo del trabajo... Es lo que tiene no dedicarse profesionalmente a esto, je, je. Antes de nada quiero felicitar al grupo y en particular a Rosa María por esta estupenda iniciativa y por contar conmigo, además para inaugurar la temporada junto con Adele Vieri Castellano.
R.M.L. ¿Nos puedes explicar cuándo nació tu pasión por escribir?
E.A. Mi pasión por escribir me vino "de repente". No soy de esos que han llevado siempre un diario, o escriben relatos por afición, o necesitan escribir para expresarse. Siempre he tenido que escribir y hacerlo bien por motivos académicos (la tesis) y profesionales (informes, informes, informes...). A pesar de ser de ciencias esto me ha hecho preocuparme bastante por el estilo y la corrección. Y, un buen día, en enero de 2009, me vino una historia a la cabeza y decidí escribir una novela, así sin más. Suena raro pero es como sucedió..., y así hasta ahora.
V.G. ¿Para ti cual es el personaje preferido de tus novelas Eduardo?
E.A. Mi personaje preferido, Victor..., la verdad es que me lo pones difícil. Les tengo a todos mucho cariño como personajes, incluso a los malos malísimos. El protagonista de Un billete para el infinito es especial. Tal vez sea ese.
V.G. Eduardo, ¿tiene alguna similitud la vida real con tus historias? ¿O es pura y dura imaginación?
E.A. La primera vez que me preguntaron afirmé contundentemente que no tenía nada que ver en absoluto con mi vida y mis vivencias, pero mientras contestaba iba pensando y, ¡ostras! pues a lo mejor hay más de lo que imaginaba. Lo que sí es cierto es que unos cuantos personajes están inspirados en personas reales, especialmente los malos. En general he trasladado bastantes de sus características físicas y de personalidad..., y en la mayoría de los casos he jugado con los nombres reales y los ficticios.
R.M.L. ¿Qué libros te empujaron y te han inspirado a escribir?
E.A. Aunque lo de escribir es reciente, lo de leer me viene de toda la vida. No tengo autores especialmente favoritos y me gusta leer un poco de todo. Me encanta Kafka. Me gusta mucho Skármeta. Escribe de una manera que no le hace falta ni contar una historia para que se disfrute la lectura.
V.G. Eduardo, ¿prefieres presentación o Feria del Libro?
E.A. En general presentación. Es más íntimo y más personal. Supongo que también cuenta que a los escritores poco conocidos, como es mi caso, en las ferias nadie les hace demasiado caso y sientes un puntillo de frustración.
V.G. Escenario perfecto para tu novela, ¿España o extranjero?
E.A. Me pasa algo curioso cuando escribo, y es que me da cierto pudor poner nombres a los personajes e identificar los lugares. De hecho, en mis relatos cortos de momento ningún personaje tiene nombre, y en Un billete, el personaje principal tampoco lo tiene, ni se identifican explícitamente los lugares, aunque para quien lo conozca puede deducir que la escena final transcurre en Bilbao y por lo tanto el resto de la historia sucede en los alrededores. En mi próxima novela dos de los personajes principales tampoco tienen nombre (no es fácil escribir una novela sin dar nombre a los personajes). En cuanto a la ubicación, hay tres partes, y tres lugares: el primero no se identifica pero está en el País Vasco. Los otros son Bruselas y Burdeos. Me siento más cómodo ubicando la acción en lugares que conozco bien, sin especial necesidad de que estén aquí o allá...
R.M.L. ¿Tardaste mucho en encontrar un editor y en ser publicado?
E.A. Mandé el manuscrito a unos cuantos concursos y editoriales sin demasiado éxito. Finalmente mi propuesta gustó en Ediciones Beta, donde ya había publicado un relato corto en la antología de uno de los concursos que organizaban cada dos años. Desde que terminé la novela, entre revisiones, correcciones y que me la aceptaran pasó algo menos de dos años.
R.M.L. ¿Cómo clasificarías tu libro? ¿Qué tipología?
E.A. Me lo pones difícil. No es una novela de género. En la editorial consta como novela contemporánea... No es fácil de clasificar.
R.M.L. ¿Con qué personaje te identificas más?
E.A. Probablemente me haya repartido un poco entre todos, los buenos y los malos. Tal vez tenga más que ver con el condenado a muerte de lo que me gustaría admitir.
R.M.L. ¿Estás a favor o en contra de los laboratorios que utilizan animales para hacer experimentos?
E.A. Es una buena pregunta, porque en mi novela aparece un centro que experimenta con animales y yo mismo me he dedicado durante una época de mi vida a la investigación científica y he experimentado con animales. Me gustaría que no fuese necesario utilizar animales para la experimentación pero, a pesar de lo que intentan algunos que creamos, hoy por hoy no hay alternativas suficientemente buenas para poderlos sustituir. Otra cosa es que en buena medida se podrían reducir y "desbrutalizar".
R.M.L. Hablas de religión en tu libro pero no dejas entender si eres o no creyente, ¿nos lo puedes aclarar?
E.A. Sobre ese particular, debo reconocer que utilicé al condenado a muerte para poner en sus cavilaciones las mías propias. Tengo una formación científica bastante sólida y una educación católica practicante. Como le pasa a mi personaje, por mucho que me esfuerce y ponga en juego mis conocimientos, no soy capaz de concebir que el universo tal como lo conocemos se haya generado en ausencia de un creador, pero tampoco concibo lo contrario. Soy todo duda, pero no me angustia, porque no tengo ninguna necesidad de creer o no creer, ya que lo que sí tengo claro es que si hay un dios no es el que nos describe ninguna de las religiones que existen
R.M.L. La pena de muerte..., ¿estás a favor o en contra??
E.A. Ahí voy a ser breve: en contra, sin matices.
V.G. Eduardo, si tus historias tuviesen un BOOM y vendieses millones, ¿te mudarías a Miami o a algún sitio similar? ¿O te quedarías en la bella Baracaldo?
E.A. La verdad es que no tengo especiales apegos geográficos. No sé qué contestarte porque no me hago idea. En caso de sobrarme el dinero probablemente buscaría mi lugar ideal para vivir pero lo seguro es que no sería Miami. Me veo más en cualquier lugar en contacto con la naturaleza.
R.M.L. Si te tuvieras que entrevistar, ¿qué pregunta te harías?
E.A. ¡Buuuuuuuuuffffffffff, esta sí que es difícil!... Un clásico: ¿tienes algún proyecto en marcha?
R.M.L. ¿Estás preparando otro libro? ¿Nos puedes anticipar algo?
E.A. Estoy escribiendo una novela. Si todo va bien para fin de año me gustaría tener acabado el borrador. He ido poniendo algún que otro fragmento en mi muro y creo recordar que también en este. Como he comentado antes, sucede en el País Vasco, en Bruselas y en Burdeos, en dos épocas diferentes, y trata en cierto modo del bien y el mal.
R.M.L. Yo te he paragonado a un escritor francés Guillaume Musso, ¿te encuentras identificado con su forma de narrativa?
E.A. Debo reconocer que aún no he leído nada, pero por las referencias que he leído a partir de tu comentario me siento más que halagado. Me he descargado un par de novelas de Amazon, pero aún no me he puesto a ello. Incluso lo han llevado al cine. Y, por cierto, tanto Malkovich como Evangeline Lilly, los "protas" de la peli me encantan. A ver si la veo. ¿Me recomiendas algo en particular?
R.M.L. Los títulos los conozco en italiano pero el primero es muy pero que muy bueno, al menos para mí. Seguro que no te dejará indiferente.
E.A. Voy a intentar leerlo en versión original, así refresco un poco el francés.
R.M.L. Ya me dirás.
R.M.L. En la portada, dices que has empezado a escribir muy tarde, ¿a qué edad consideras que uno que quiere escribir tendría que empezar?
E.A. ¿Cuándo empezar a escribir? Pues supongo que cuando a uno "se lo pida el cuerpo". Cuanto antes, más tiempo tiene uno para aprender y curtirse pero, como en mi caso, nunca es tarde...
R.M.L. Actualmente, ¿vas a ir a alguna librería a firmar libros? Si es así, ¿nos puedes decir cuál?
E.A. De momento no hay nada en perspectiva. Me gustaría que la salida en digital, que será dentro de muy poco, reactive un poco el interés. Tal vez se podría hacer una presentación para lectores en digital.
R.M.L. Si mañana tu libro llegase a ser un Bestseller, ¿seguirías trabajando o te dedicarías solo a escribir?
E.A. Es duro de responder, porque me encanta mi trabajo, pero me gustaría enormemente poderme dedicar a la literatura.
R.M.L. ¿Podemos saber en qué trabajas?
E.A. Trabajo en una ingeniería ambiental. Dirijo el área de investigación y tratamiento de suelos contaminados.
R.M.L. Interesante... Tu próximo libro, ¿hablará de estas contaminaciones?
E.A. No. Tiene más que ver con mi época de científico, aunque más por la ubicación, Bruselas, que por la trama.
R.M.L. Ummmm, sería un buen tema de tocar.
E.A. Sí, es un tema que puede tener su jugo.
R.M.L. ¿Cuáles son las horas en que te pones a escribir? ¿Tienes horarios precisos o no?
E.A. Mi trabajo requiere bastante dedicación, lo cual me deja poco tiempo para escribir, así que tengo que hacerlo "cuando puedo". Procuro escribir un par de horas todas las noches y sacar algún rato los fines de semana.
R.M.L. ¿Tienes un lugar preferido donde escribir o cualquier sitio va bien?
E.A. Mi lugar preferido es la terraza de mi casa, pero tiene que acompañar el tiempo... De todas formas, me apaño en cualquier lugar. Lo primero que hice cuando me propuse escribir la primera novela fue comprarme un ordenador de estos pequeñitos para poder escribir en cualquier sitio.
R.M.L. ¿Utilizas algún ritual antes de escribir, tipo, un muñeco, una fotografía o algo por el estilo?
E.A. No, no soy maniático en lo que se refiere a rituales o amuletos.
R.M.L. ¿Quieres añadir alguna cosa más antes de saludarnos? Dejaré a quien quiera preguntarte algo.
E.A. Simplemente volver a agradecerte tu amabilidad. Espero que a los que lean mi novela les guste.
V.G. Una última pregunta Eduardo: si tuvieses que escoger un escritor o periodista, ¿a quién escogerías para hacer una presentación?
E.A. Desde ahora os lanzo una propuesta: ¿Qué os parece si en la presentación de la próxima me acompañáis tú, Victor Gete Garcia, y Alberto Pasamontes?
V.G. Sería un placer Eduardo.
R.M.L. Solo una más... ¿qué te ha parecido mi entrevista?
E.A. Me ha encantado. He estado muy a gusto, y las preguntas me han parecido acertadas y muy pertinentes. Da gusto cuando se nota que quien te entrevista conoce bien tu novela y se interesa realmente por ti.
R.M.L.  Gracias, ha sido todo un honor poder hablar contigo y preguntar las dudas que dejas entrever en tu novela.
E.A. El placer ha sido mío. Aquí sigo a tu disposición y a la de cualquiera que se quiera interesar por mí o por mis escritos.
R.M.L. Nos avisarás si te lo traducen en italiano, ¿verdad? Hay muchas personas que están intrigadas con tu libro.
E.A. Me encantaría. Ojalá os pueda avisar de algo así algún día...
R.M.L.  ¡Seguro que lo consigues Eduardo!
V.G. Quiero felicitar a Rosa y Eduardo por esta entrevista, os mando un abrazo a ambos.
R.M.L. Un abrazo y gracias por todo, sobre todo por vuestra disponibilidad, ¡es un gozo estar con vosotros!
E.A. Lo mismo. Muchísimas gracias.

      


viernes, 18 de septiembre de 2015

Reseña: El león dormido, de Marian Izaguirre



Llegué a El León dormido paseando por Santander del brazo de un señor durante la feria del libro. Aclaro, era el libro el que paseaba bajo el brazo del señor, no yo, y me llamó la atención porque ya había leído un par de novelas de Marian Izaguirre y porque pensé, lleno de envidia sana, lo bonito que sería ver alguna vez por ahí a un desconocido con un libro mío.

Poquito tiempo después de este encuentro salía a la venta una nueva versión revisada y mejorada de la novela, así que me hice con ella e hice con ella lo mejor que se puede hacer con una novela, que es leerla.

Tengo que dar mi opinión sincera: más de lo mismo. Esta vez no hubo sorpresas. Más y más de lo de siempre, una novela estupenda. Marian, Marian, ¿es que no piensas pinchar nunca?

En las novelas que llevo leídas hay ciertos elementos que se repiten en esta: sentimientos, sufrimiento e historias que transcurren paralelas en épocas diferentes. Mucho más que en las otras, en El León Dormido se puede decir que el sufrimiento se impone sobre el sentimiento en una historia tremenda, desgarradora, que uno no puede evitar sentir especialmente cercana. Conmueve.

Se agradece leer una historia ambientada en una época no tan habitual en las novelas como es la guerra del Rif, tan cercana y a la vez tan desconocida, y viajar por aquel Marruecos a través de un texto que combina de forma muy equilibrada la trama con el contexto histórico, documentado y presentado de una manera espléndida.

Cuando uno ve una foto de Marian Izaguirre, al menos a mí me pasa, percibe una sensación de serenidad y elegancia que, sin conocerla, sospecho que es reflejo de su interior y, desde luego, algo que se disfruta en sus escritos.

Conclusión: no me queda más remedio que admitir que voy a caer en la rutina. Voy a seguir leyendo a Marian, aunque siga sin sorprender.

Sinopsis

Pablo Ferrer -un periodista casi acabado a cuya grave desazón profesional se añade una ruptura amorosa, no por esperada menos temida- acepta finalmente un trabajo que lleva algún tiempo evitando: entrevistarse con una anciana que, setenta y cinco años después, pretende aportar una información nunca divulgada sobre el Desast re de Annual. La historia de esa mujer, Lucía Osman, pronto vencerá las reticiencias iniciales del periodista: vendida por su padre a un prostíbulo siendo casi una niña y capturada poco después por los rifeños, su propia historia guarda las claves de un vergonzoso secreto, conocido por los militares y el gobierno español de la época, y hasta entonces nunca divulgado. Ha pasado el tiempo, ha cambiado el mundo, y en el fondo de mi ser sigo siendo esa pequeña mestiza a la que vendieron en un burdel de Melilla por un fajo de billetes sucios. Así comienza su relato la protagonista de esta apasionante novela de Marian Izaguirre, que mereció el IX Premio de Novela Ciudad de Salamanca.

La autora

Marian Izaguirre nació en Bilbao y en la actualidad reside entre Madrid y Barcelona. En 1991 vio la luz su primera novela, La vida elíptica, con la que obtuvo el Premio Sésamo. Desde entonces ha publicado Para toda la vida (1991), El ópalo y la serpiente (1996), el volumen de cuentos Nadie es la patria, ni siquiera el tiempo (1999), La Bolivia (2003) y La parte de los ángeles (2011). Lumen publicó en 2013 La vida cuando era nuestra, una novela que fue traducida a siete idiomas y tuvo una espléndida acogida por parte del público español y de toda Europa, y en 2014 Los pasos que nos separan, su obra más reciente. Ahora se recupera en una nueva versión El león dormido, una novela que Izaguirre publicó en 2005 y mereció el IX Premio de Novela Ciudad de Salamanca.

domingo, 5 de julio de 2015

Hoy toca hablar de Víctor Gete



Hoy toca hablar de Víctor Gete, ya que es uno de los propósitos de fin de año que me impuse en este blog, y qué mejor día que precisamente este en el que cumple veintisiete años.

La primera vez que leí el nombre de Víctor fue hace más o menos tres años. Por aquel entonces estaba yo intentando desenvolverme con mi tardía vocación literaria y, viendo que mi novela avanzaba, me empezó a entrar la curiosidad por el mundo editorial. Me puse a trastear en la web de Ediciones Beta, nuestra editorial, en la que yo ya había publicado un relato breve, a ver qué tipo de gente era la que escribía en ella, para averiguar si tenían algo que ver con un novatillo como yo.

Me llamó poderosamente la atención la biografía de Víctor Gete, un chaval que apenas superaba la veintena y que había publicado un tochazo de cuatrocientas páginas, El primer guerrero del bien, primera entrega de una saga de fantasía. «¡Manda huevos!», pensé yo, «¡qué tío!».

Desde entonces he coincidido en varias ocasiones con Víctor, en alguna presentación, en visitas mutuas en alguna feria o tomando algo por ahí. Víctor es un buen tipo. Es sencillo, amable y, sobre todo, un apasionado de la literatura que ha encontrado en ella una forma de existir y de disfrutar.

Además, Víctor es extremadamente tímido. Corrijo: Víctor es tímido a secas, porque me da la sensación de que su salto a los escaparates de las librerías y a las redes sociales le han ido transformando en una persona mucho más abierta. Porque escribir y compartir lo que uno escribe es una gran medicina, amigos, y lo digo por experiencia propia.

He leído todo lo que ha publicado, sus dos novelas, El primer guerrero del bien y Corazones en la sombra, y el relato que publicó en la antología Mezcla de lejía y crema. No son obras excepcionales, pero me han gustado. Son historias que enganchan, bien construidas y absolutamente meritorias para un chaval tan joven que empieza y al que le queda mucho por crecer y Víctor, que me parece una de esas personas que viven para escribir, crece rápido. Yo he sido testigo de ese crecimiento. Le he seguido en las redes y le he visto evolucionar con mis propios ojos. Espero que siga por este camino y que la literatura le depare las recompensas que merece.

Víctor tiene además la fortuna de contar con el apoyo de sus padres. He tenido la suerte de charlar unas pocas veces con Montserrat, su madre, encantadora e inteligente y, sobre todo, con un enorme sentido común.

Así que, Víctor, enhorabuena por una carrera que no ha hecho más que empezar y que deseo que te depare muchísimas más letras y que yo pueda compartirlas.


Zorionak!

sábado, 4 de julio de 2015

¡Las radiaciones del móvil te pueden matar!



Tal vez sea porque soy curioso y escéptico por naturaleza, tal vez porque tengo una sólida formación científica, o quizás porque dedico mi vida profesional a temas relacionados con los riesgos químicos y la protección de la salud. Sea cual sea la razón, afirmaciones como la que titula este texto me causan una extraña mezcla de acojono y descojono. Paradójico, ¿verdad?

Titulares de este tipo dan risa por las ridiculeces estúpidas que suelen acompañarlos, pero a la vez resultan preocupantes por las hordas de seguidores incondicionales que son arrastrados a comportamientos infundados e irracionales.

Hoy en día es demasiado sencillo acceder a volúmenes ingentes de información sobre cualquier tema, de una manera tan inmediata como difícil de contrastar si uno no se toma la molestia suficiente…, y son muchos más los que no se la toman que los que sí lo hacen.

Igual de sencillo resulta subir información a las redes sociales, lo que ha hecho que proliferen como setas los predicadores apocalípticos de la salud que, aludiendo siempre de manera un tanto oscura a supuestos trabajos científicos y a presuntos conocimientos ancestrales, nos previenen contra los mortalísimos riesgos de las radiaciones electromagnéticas, de la cocacola, de la leche, de comer carne, de las vacunas, de la medicina científica, del azúcar… Estas desinformaciones son asumidas como ciertas por miles de personas que a su vez las comparten y difunden, como consecuencia de lo cual los creyentes terminan contándose por millones.

El otro día, por ejemplo, en un debate feisbuquero se discutía sobre los terribles efectos de hablar por teléfono móvil. Las nocivas radiaciones electromagnéticas pueden hacer estragos en nuestro cerebro y ser causa de mil y un males: demencia, alzheimer, jaquecas crónicas, pérdida de memoria, cáncer, etc. Afortunadamente existe un remedio a este problema, según informaba una tertuliana: la orgonita. ¿La orgonita?, me pregunté yo, ¿qué será eso? Pues resulta que la tal orgonita es un cono de resina que contiene virutas metálicas y cristales de cuarzo, con unas propiedades maravillosas ya que absorbe las radiaciones y otras energías negativas y devuelve energías positivas que nos llenan de salud y paz interior. Mola, ¿no? Por supuesto, orgonitas a la venta a un precio a la altura de sus propiedades.

Otra tertuliana afirmaba que ella y su familia han encontrado la salvación a todos estos problemas en un “nosequebiólogo” que les aplica una terapia de plata coloidal ¡plata coloidal!, con la que una conocida suya incluso se ha curado de un cáncer. Existe otra corriente de sinvergüenzas que en vez de la plata coloidal recetan la ingesta de clorito sódico como remedio mágico de todos los males (a saber, cáncer, gripe, diabetes, artritis, malaria, psoriasis, hepatitis, tumores, parkinson, depresión, inflamaciones, ansiedad, asma y todo tipo de enfermedades infecciosas).

Expreso mi opinión al respecto y va alguien y me dice: “pero Edu, ¿y a ti qué más te da, si encima a ellos les funciona?"

Pues sí, sí me da. Porque resulta que ni a ellos ni a nadie les funciona y, aparte del vaciado de bolsillos, de propina se están tragando sustancias demostradamente tóxicas. Me alegra enormemente si los apóstoles de estos bálsamos de Fierabrás modernos los prueban en sus propias carnes y consiguen una cagalera crónica, pero me apena que jueguen con el dinero y, sobre todo, con la salud y las esperanzas de gente desesperada para la que cualquier clavo ardiendo al que aferrarse es bueno.

Conclusión: pues va a resultar que la homeopatía no es tan mala en el fondo. Te timan vendiéndote a precio de caviar bolitas que no llevan nada y de ahí, precisamente, la parte buena, que no llevan nada y al menos no te van a envenenar.

Yo, por mi parte, no tengo intención de hacerme vegano, ni de dejar de usar el móvil, ni de dejar de beber leche, ni de dejar de llamar imbécil al que se compre una orgonita y sinvergüenza al que se la venda. Voy a seguir viviendo al margen de los riesgos que no existen, porque bastante tengo con gestionar los de verdad. Si no lo hiciera así, la única solución que me quedaría sería matarme para no morir.

domingo, 31 de mayo de 2015

Leer a Betancor..., ¿betancoriza?

Sí, lo sé: el título que acabas de leer suena un tanto raro, pero yo tengo que avisar. Tengo que contar mi caso para que aquellos que decidan arriesgarse sean conscientes de lo que les puede pasar.

Ha sido ponerme a leer a Ramón Betancor y empezar a notar cambios, síntomas, no sé…, cosas raras. De entrada me han salido gafas de pasta y barba (porque el de la foto que acompaña a este texto no es el autor reseñado, no; soy yo). Y no es que me importe demasiado. Las gafas te dan ese aire intelectual que puede resultar tan útil en los ambientes literarios y, la barba, pues bueno, la cuestión es que además de estar de moda no hay mejor opción para disimular un poquito la papada. Pues eso, que yo tan feliz, pero tengo que avisar, sobre todo a las chicas, por lo de la barba sobre todo, que en su caso, si les pasa, podría ser más problemático.

Ensuelizarme no puedo decir que me haya ensuelizado leyendo a Ramón, porque el suelo ya era gran parte de mi vida antes de todo esto. ¿Qué sería de mí sin el suelo? Pero esa es otra historia que ahora mismo no viene al caso.

Otro efecto: me he hecho fan. La cosa va para trilogía y ya tenemos dos. Yo solo he leído la primera novela, Caídos del suelo, y tengo pendiente la segunda, pero por falta de tiempo, no de ganas.

¿Hasta dónde estarías dispuesto a caer y dejar caer para que tus libros sean los más leídos, tus canciones las más escuchadas o tus cuadros los más admirados? El autor nos lanza esta pregunta desde su página web, y es que la novela gira en torno a esa cuestión. La historia va de literatura. El protagonista es un escritor y ese es su dilema.

Ese es su dilema y esa es la excusa que Ramón Betancor utiliza para arrastrarnos a acompañar a su protagonista y paisano, Mario Rojas, en una aventura vital fascinantemente intrigante o, tal vez, intrigantemente fascinante. Leyendo la novela uno no puede evitar plantearse la pregunta e intentar responderla, pero no resulta fácil calibrar los límites de uno mismo, dónde encontraría el equilibrio entre la dulzura de los éxitos alcanzados y el amargor del precio a pagar por ello.

La historia va de literatura, y eso la hace más fascinante e intrigante para los que frecuentamos el mundillo (que además nos preguntamos, al menos yo, no sin su miajita de morbo, si no tendrá la historia algo de autobiográfica, je, je…, es broma). De todas formas, la reflexión se podría aplicar perfectamente a cualquier otro ámbito de la vida en el que alguien pueda perseguir el éxito, y no es un tema precisamente ajeno a los tiempos que vivimos, en los que la carrera hacia el éxito y el poder de algunos parece no conocer cortapisa ni pudor.

Mucha reflexión para una novela, pero eso no le quita un ápice de interés. Caídos del suelo es una novela muy bien escrita, original, que se lee con interés creciente y con el aliciente de acompañar a unos personajes que resultan tremendamente cercanos por bien construidos. Crece y crece el interés hasta que al final…, ¡catapum!, pues eso: el final. Inesperado es poco decir, pero no voy a contarlo. Lo leéis.


Yo, por mi parte, ya estoy deseando continuar con la segunda entrega.

Caídos del Suelo cuenta la historia de Mario Rojas, un escritor al que sus ansias de publicar le llevan a intentar saldar la deuda que un amigo ha contraído con El Clan, una organización secreta que se lucra con el trabajo de artistas a quienes promete poderes mágicos, enseñándoles cómo alimentarse de los sentimientos y las almas de quienes les rodean, para crear así obras increíbles. El amor, el sexo, el dinero, el poder, la amistad, la traición, las dudas y el paso de los años, forman también parte indesligable de esta intriga que nos invita a reflexionar sobre cuál es el precio que muchos artistas están dispuestos a pagar por llegar a lo más alto. La trama comienza en 1982 y finaliza en 2012, fecha en la que el lector asistirá al desenlace, con un giro sorprendente y un final inesperado.

sábado, 31 de enero de 2015

Jorge Magano: La mirada de piedra y la misoginia


Hace unos días, durante un viaje, el Papa Francisco hizo unas declaraciones de esas que hacen correr ríos de tinta. Dijo que “algunos creen que – perdonadme la palabra, ¿eh? – para ser buenos católicos debemos ser como conejos, ¿no? No. Paternidad responsable”. 

Al día siguiente, en la Cadena Ser, el locutor preguntaba a la portavoz de una asociación cristiana progresista si, según ella, el Papa estaba hablando de anticonceptivos. La entrevistada, muy moderna y progresista ella, claro, antepuso a la respuesta requerida una reflexión que consideró prioritaria: el lenguaje machista empleado por el Papa. Lo sorprendente es que la referencia a que el bueno de Francisco debería haber dicho maternidad y paternidad no fue su primera observación, sino que fue directita a lo de ¡conejos! Parece ser, según la cristiana progre, que el Pontífice tendría que haber dicho ¡conejas y conejos!

No tengo ni idea de italiano, pero creo que el plural de coniglio/coniglia es conigli (término utilizado por el Papa en su comentario), que tiene toda la pinta de ser requeteneutro. Pero no es esto lo que importa, sino el hecho de que la entrevistada se dejó tentar por algo que, desgraciadamente, está muy de moda: apartar lo importante y concentrar sus energías censoras en ese asunto tan …………… (nota del autor: adjetivo eliminado para no herir la sensibilidad de las gentes políticamente correctas) del “lenguaje no sexista”. Conclusión: importa un bledo si el Papa habla o no de anticoncepción, mientras diga bien lo de conejas y conejos.

¿Qué tiene esto que ver con la Mirada de piedra, novela de Jorge Magano? Pues nada, pero me apetecía contarlo. Bueno, sí, en realidad viene a cuento de un comentario que Jorge colgó hace un par de días en su muro, referente a dos comentarios que tachaban su novela de misógina. No he leído esos comentarios, pero sí he leído la novela y sus dos predecesoras, Donde nacen los milagros y La Isis dorada, y me han parecido muchas cosas, ninguna de las cuales se parece, ni por lo más remoto, a la misoginia. También sigo con interés sus comentarios en Facebook en los que encuentro una buena dosis de chispa e inteligencia y ni rastro de actitudes ofensivas hacia nadie, siempre, claro está, que ese nadie no se dedique por sistema a buscar y a inventar donde no se encuentra y a empeñarse en sentirse ofendido (perdón, ofendid@) a toda costa como mecanismo único para sentirse algo. ¡Muy triste!

Dicho esto, vamos con La mirada de piedra.

Hace unos meses escribí una reseña sobre Donde nacen los milagros, segunda entrega de la saga de las aventuras de Jaime Azcárate que yo, por un tonto error de cálculo, leí en primer lugar. Luego me leí del tirón las otras dos. Para quien le interese, se pueden leer desordenadas y se disfrutan igual.

En los últimos tiempos proliferan como setas (podríamos también decir que como conejas y conejos) autores que se lanzan, como inicio de sus carreras literarias, a la escritura de trilogías, sagas y demás coleccionables que, demasiado a menudo, acumulan grosores que son inversamente proporcionales a su interés y calidad. 

No es el caso. Ya dije en su momento que Donde nacen los milagros me había gustado mucho y ahora, una vez leídas las tres, mantengo mi opinión. Observo una evolución a mejor en la forma de escribir. A través de las novelas el autor madura hacia un mayor dominio de los recursos y a una dosificación más precisa de los toques de humor, que no por eso pierden un ápice de frescura e ingenio.

No conozco personalmente a Jorge Magano pero apuesto a que Jaime Azcárate, el protagonista de la serie, tiene mucho de él. ¡Qué misóginooooooo, el eterno cliché del héroe masculino que salva a la humanidad y protege a la chica! Es broma. En ninguna de las entregas falta “la chica” y en todas ellas es mucho más heroína que florero. En mi humilde opinión están muy bien tratadas.

Engancha, entretiene, divulga y está muy bien escrita. Algo tendrá La mirada de piedra para haber resultado ganadora indiscutible del primer concurso de autores indie convocado por Amazon y El Mundo.