sábado, 10 de mayo de 2014

Entre la lluvia, de Alberto Pasamontes

Acabo de pasar la última página de Entre la lluvia, la primera novela de Alberto Pasamontes.  La historia tiene unos cuantos elementos de novela negra, aunque resulta más bien gris. Novela gris. Lo del color gris se usa habitualmente para referirse a lo anodino, a lo soso, a lo insustancial. No es el caso, en absoluto. Digo que la novela es gris porque a pesar de que, como decía, tiene bastante de novela negra, se aleja un tanto de los elementos clásicos más sórdidos, aderezando la trama, en su lugar, con personajes, escenarios y situaciones cercanos y familiares, diría que hasta domésticos. Así, el autor encaja en la trama, sin ninguna discordancia, una retahíla de asuntos de esos que nos ocupan y nos preocupan a todos en el día a día: la crisis, los ERE, los desahucios, las cafeteras de capsulitas, los exámenes de nuestros hijos adolescentes… En mi opinión todo esto le da a la novela un aire fresco que ayuda a leerla y a engancharse.

Diría alguno de esos críticos pesados y resabidillos que el señor Pasamontes abusa, empezando por el propio título, del tan manido recurso de la lluvia que no cesa para crear una atmósfera opresiva y umbría. No seré yo quien afirme tal cosa ya que la que espero que sea mi próxima novela comienza con la frase “Afuera llovía”, y me encanta el recurso precisamente para eso, para ensombrecer las escenas, por muy trillado que esté el truco.

La novela está muy bien construida, con una trama que se desmadeja de una forma ordenada, manteniendo el suspense en su justa medida y conduciendo al lector a través de una concatenación de sucesos perfectamente creíbles hasta un desenlace perfectamente resuelto. Me gusta en especial el tratamiento de los personajes, a los que uno termina pensando que conoce de siempre.


Más allá de algunos detalles menores que sería recomendable revisar y corregir para posteriores ediciones, estamos ante una obra notable para un autor novel. En definitiva, me ha parecido una novela estupenda y muy recomendable.

Enhorabuena, Alberto.

domingo, 4 de mayo de 2014

¿Dónde estás, Jaime Iván Marcucci?


Hace algunos años, allá por 2009 (aunque bien puede ser cualquier otro año, porque mi memoria para las fechas es peor que mala), se instaló en el centro comercial Megapark de Barakaldo un nuevo establecimiento hostelero: Marcucci´s Fried Chicken. Ofrecía un delicioso y crujiente pollo “broaster” recién hecho, así que yo, aficionado y entusiasta investigador de este tipo de locales, no tardé en estrenarlo.

Lo primero que me llamó la atención fue el dueño, cocinero, camarero y anfitrión, todo a la vez, y no solo eso, también creador del invento. Se trataba del mismísimo Jaime Iván Marcucci, un tipo menudo y nervioso, con el cabello entrecano que le caía sobre el cuello y la frente, sin ocultar sus ojillos atentos y escrutadores, y un suave y agradable acento no tan fácil de ubicar en su lugar preciso de allende los mares. Marcucci era–es—un tipo peculiar. Debo reconocer que mi primera impresión no fue demasiado positiva. Yo soy de carácter más bien seco y me chocaron un poco las excesivas atenciones del hombre, ampuloso y educado, tratándote siempre de usted.

Esta primera impresión se diluyó rápidamente al pegarle el primer mordisco a un contramuslo de pollo. Se me hace la boca agua solo de recordarlo. El mejor pollo frito que haya probado nunca. Así que volví, volví y volví a volver, y a fuerza de repetir me fui dando cuenta de que Marcucci no era ampuloso, sino sumamente encantador. En fin, no sé cuál fue la principal causa de mi adicción, si el pollo o Marcucci y sus atenciones exquisitas. El tipo trabajaba de lo lindo, encargándose él solito del local, aunque a veces, cuando los estudios se lo permitían, le echaba una mano su hija Cecilia, dueña de una de esas sonrisas capaces de iluminar las oscuridades más tenebrosas.

Por aquella época andaba yo garabateando “Un billete para el infinito”, y decidí que si alguna vez escribía la segunda parte, la historia empezaría en Marcucci´s. De hecho, y aunque no creo que nunca continúe con ello, ya tengo escritas las primeras páginas.

El inicio de 2013 nos trajo un Marcucci preocupado, taciturno y deprimido. El negocio no iba bien y, según contaba, los tejemanejes del gerente del centro no ayudaban, sino todo lo contrario. “Un billete” ya estaba a punto de salir, y yo estaba ilusionado con regalarle un ejemplar dedicado, pero una semana antes de tener el primer libro entre mis manos, Marcucci desapareció, dejando tras de sí el negocio, regentado ahora por otra gente. El pollo sigue estando bueno, pero él ya no está allí. Ya no es lo mismo. Ya no es Marcucci´s.

Espero que esté, como solía contar, comiendo unas papas en una calita de alguna de las islas afortunadas. Espero que le vaya lindo.


¿Dónde estás, Jaime Iván Marcucci? Te echamos de menos.