Tengo el cuerpo entumecido. La
noche ha sido larga y fría y mi postura incómoda. Intento incorporarme pero mis
piernas hormigueantes no me obedecen. Me inclino ligeramente, miro hacia abajo
y me invade una sensación de vértigo. Mejor me quedo aquí quietecito un rato más,
no vaya a ser que me caiga; ¡porque tendría narices que me fuera a caer ahora!
Muevo los muslos arriba y abajo
para hacer que la sangre vuelva a circular y contemplo la ciudad a mis pies. No
tengo prisa y la vista es extraordinaria. Pronto saldrá el sol. Va a ser bonito
ver amanecer, un amanecer diferente de todos los que he visto antes, porque no
será el amanecer de un día sino el de toda una vida. La que me queda por
delante.
Mientras miro embelesado el horizonte
que empieza a encenderse siento una palpitación violenta. ¡Los mensajes! ¡He enviado
decenas de mensajes! No, no podía yo limitarme a la clásica notita manuscrita
con cuatro frases lamentables y una triste despedida, no: tenía que liarme a
escribir mensajes a todo dios. Meses. Me he pasado meses planeándolo, eligiendo con exquisito cuidado a cada destinatario de mis mensajes y
redactando con precisión de relojero suizo cada palabra de cada uno de ellos.
En este momento debo de tener tal
cara de idiota que creo que haría mejor saltando al vacío y acabando con todo, como estaba planeado, con tal de evitar el ridículo espantoso que sin duda me
espera cuando me baje de aquí y regrese al mundo.
Al menos los que me quieren se
alegrarán de verme respirar. Les diré que todo ha sido una broma y nos reiremos
un rato. Los que me quieren se alegrarán, pero los otros…, ¡ay madre mía los
otros! Los otros me van a despellejar. No.
En realidad los otros ya me han despellejado, me han humillado, me han vejado…
Estarán encantados de leer mis mensajes; satisfechos de haberme vencido.
Pues no, no me han vencido. Aquí
estoy, haciendo una bonita estampa al amanecer.
¡Que se jodan!
¡Que se jodan!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarPues eso,...¡Que se j....!
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