La Biblia de neón es la primera novela de John Kennedy
Toole, de quien ya hablé en un artículo anterior sobre su “mítica” obra La
conjura de los necios. Después del suicidio del autor, su madre se dedicó a ir
de editorial en editorial hasta que consiguió la publicación de la conjura, que
supuso la concesión a título póstumo del premio Pulitzer a Toole y la
consagración de la conjura casi como una obra de culto. Como a veces sucede, el
éxito de la conjura de los necios facilitó la publicación de una obra anterior,
la Biblia de neón, escrita cuando Toole apenas tenía dieciséis años.
No habría llegado a La Biblia de neón si mi buen amigo Aitor (Iber) no me
la hubiera mencionado hace unas semanas, cuando me comentaba su opinión sobre
Un billete para el infinito. Entre otras cosas, me dijo que mi estilo le
recordaba al de La Biblia y, una cosa que me sorprendió, mencionó una cualidad
de ambos: la dulzura. Supongo que para uno mismo no debe de ser fácil darse
cuenta de que escribe con dulzura, al menos para mí no lo es. Por otro lado,
¡qué caramba!, siempre sienta bien que le comparen a uno con un autor
consagrado, aunque su consagración haya sido tan sui géneris.
La Biblia de neón es una obra sorprendentemente buena para
un escritor novel. La historia está narrada en primera persona por el
protagonista, un muchacho de la edad del autor, con un lenguaje naif que
aligera la lectura y permite que el lector conecte con la historia, precisamente
a través de la dulzura del texto.
Un billete para el infinito y La Biblia de neón coinciden en
ser óperas primas que probablemente tienen mucho más de autobiográfico de lo
que los autores estaríamos dispuestos a reconocer.
Pero volvamos a John Kennedy Toole. En sus dos novelas
encontramos grandes paralelismos: un protagonista con una familia desmembrada,
la ausencia física del padre y la emocional de la madre, viviendo prácticamente
al margen de una sociedad que se pinta con unos brochazos de crítica ácida,
mucho más corrosiva en La conjura, en la que se refleja un Toole, más maduro y
más enfadado con el mundo que le rodea, que no duda en expresar un humor negro
que, junto con unas situaciones y unos personajes casi surrealistas, forjan el
estilo de esta segunda obra y la alejan de la inocencia del Toole adolescente.
Resulta inquietante apreciar, hablando de paralelismos, el que liga el final de
las dos novelas, en las que ambos protagonistas huyen hacia un futuro incierto,
con la huida suicida del propio autor.
¿Recomendaría la lectura de la Biblia de neón? Sin duda
alguna.