Tuve la suerte de vivir mi infancia en los tiempos en los
que los juguetes electrónicos todavía no existían y los chavales pasábamos casi
todo nuestro tiempo libre al aire ídem, jugando a cosas salvajes y primitivas,
que incluían correr, saltar, tirarnos piedras, arrastrarnos por el suelo
jugando a las canicas y al hinque, hacer tirachinas con muelles de somier,
subir a los árboles, etc., y todo ello sin casco, coderas ni rodilleras.
Tiempos en los que un lametón y un pañuelo doblado en triángulo y anudado
alrededor de una rodilla o un codo era el remedio universal para cualquier
herida media. Para las heridas más gordas teníamos aquella mercromina roja que
lucía como una medalla al mérito.
Pero no todo era jugar. En aquella época los chavales
teníamos que tomar decisiones importantes. Teníamos que tomar partido. En
materia de muñecos, o eras de Madelmán o eras de Geypermán; o eras de Airgamboy
de Famobil (en mis tiempos Playmobil y Famosa se unieron y de ahí el nombre).
Yo lo tuve siempre muy claro: Madelmán y Airgamboy. No había color.
Estas navidades he tenido la fortuna de recibir un regalo
muy especial: el que posiblemente era el último ejemplar en el mercado del
libro El diario de los Madelmanes, de Jon Díez Ulzurrun (Txuflash Ediciones,
2015). Digo libro pero es algo más que un libro. Es una verdadera enciclopedia
del Madelmán.
Tapas duras, cuidado diseño, más de cuatrocientas páginas de
papel satinado y grueso con miles de fotografías y textos sobre todo lo que un
nostálgico de estos históricos muñequitos podría querer saber: cada modelo y
cada complemento, la historia, el proceso de fabricación, anécdotas, catálogos…
El autor de esta maravilla es Jon Díez de Ulzurrun, un “loco”
de los madelmanes cuya pasión le ha llevado a atesorar una colección que
incluye todos los modelos que se fabricaron y, no contento con eso, se ha
embarcado en la descabellada aventura de crear un libro como el que tengo entre
las manos, con sus propios medios y supongo que con un esfuerzo inimaginable.
Cuando uno reseña un libro, suele terminar recomendando o “desrecomendando”
su lectura. Yo, en este caso, voy a ir
un poco más allá y voy a finalizar dando las gracias a Jon. Unas gracias
enormes por el esfuerzo y el cariño que ha puesto en este regalazo que nos ha
hecho a los que recordamos nuestra infancia con unos cuantos madelmanes entre
las manos.
Enhorabuena, Jon.
Muchisimas gracias por tus comentarios Eduardo, para mi hacerlo fue efectivamente mucho esfuerzo pero también una manera de seguir disfrutando los madelman!
ResponderEliminarHola! Es posible conseguir un ejemplar? Muchas gracias
ResponderEliminardutidana@gmail.com 609 555 433 Miguel