Tal vez sea porque soy curioso y escéptico por naturaleza,
tal vez porque tengo una sólida formación científica, o quizás porque dedico mi
vida profesional a temas relacionados con los riesgos químicos y la protección
de la salud. Sea cual sea la razón, afirmaciones como la que titula este texto
me causan una extraña mezcla de acojono y descojono. Paradójico, ¿verdad?

Titulares de este tipo dan risa por las ridiculeces
estúpidas que suelen acompañarlos, pero a la vez resultan preocupantes por las
hordas de seguidores incondicionales que son arrastrados a comportamientos
infundados e irracionales.
Hoy en día es demasiado sencillo acceder a volúmenes ingentes
de información sobre cualquier tema, de una manera tan inmediata como difícil
de contrastar si uno no se toma la molestia suficiente…, y son muchos más los
que no se la toman que los que sí lo hacen.
Igual de sencillo resulta subir información a las redes
sociales, lo que ha hecho que proliferen como setas los predicadores
apocalípticos de la salud que, aludiendo siempre de manera un tanto oscura a
supuestos trabajos científicos y a presuntos conocimientos ancestrales, nos
previenen contra los mortalísimos riesgos de las radiaciones electromagnéticas,
de la cocacola, de la leche, de comer carne, de las vacunas, de la medicina
científica, del azúcar… Estas desinformaciones son asumidas como ciertas por miles
de personas que a su vez las comparten y difunden, como consecuencia de lo cual
los creyentes terminan contándose por millones.
El otro día, por ejemplo, en un debate feisbuquero se
discutía sobre los terribles efectos de hablar por teléfono móvil. Las nocivas
radiaciones electromagnéticas pueden hacer estragos en nuestro cerebro y ser
causa de mil y un males: demencia, alzheimer, jaquecas crónicas, pérdida de
memoria, cáncer, etc. Afortunadamente existe un remedio a este problema, según
informaba una tertuliana: la orgonita. ¿La orgonita?, me pregunté yo, ¿qué será
eso? Pues resulta que la tal orgonita es un cono de resina que contiene virutas
metálicas y cristales de cuarzo, con unas propiedades maravillosas ya que absorbe
las radiaciones y otras energías negativas y devuelve energías positivas que
nos llenan de salud y paz interior. Mola, ¿no? Por supuesto, orgonitas a la
venta a un precio a la altura de sus propiedades.
Otra tertuliana afirmaba que ella y su familia han
encontrado la salvación a todos estos problemas en un “nosequebiólogo” que les
aplica una terapia de plata coloidal ¡plata coloidal!, con la que una conocida
suya incluso se ha curado de un cáncer. Existe otra corriente de sinvergüenzas
que en vez de la plata coloidal recetan la ingesta de clorito sódico como
remedio mágico de todos los males (a saber, cáncer, gripe, diabetes, artritis,
malaria, psoriasis, hepatitis, tumores, parkinson, depresión, inflamaciones,
ansiedad, asma y todo tipo de enfermedades infecciosas).
Expreso mi opinión al respecto y va alguien y me dice: “pero
Edu, ¿y a ti qué más te da, si encima a ellos les funciona?"
Pues sí, sí me da. Porque resulta que ni a ellos ni a nadie
les funciona y, aparte del vaciado de bolsillos, de propina se están tragando
sustancias demostradamente tóxicas. Me alegra enormemente si los apóstoles de
estos bálsamos de Fierabrás modernos los prueban en sus propias carnes y consiguen una cagalera
crónica, pero me apena que jueguen con el dinero y, sobre todo, con la salud y
las esperanzas de gente desesperada para la que cualquier clavo ardiendo al que
aferrarse es bueno.
Conclusión: pues va a resultar que la homeopatía no es tan
mala en el fondo. Te timan vendiéndote a precio de caviar bolitas que no llevan
nada y de ahí, precisamente, la parte buena, que no llevan nada y al menos no te van a
envenenar.
Yo, por mi parte, no tengo intención de hacerme vegano, ni de dejar de usar el móvil, ni de dejar de beber leche, ni de dejar de llamar imbécil al que se compre una orgonita y sinvergüenza al que se la venda. Voy a seguir viviendo al margen de los riesgos que no existen, porque bastante tengo con gestionar los de verdad. Si no lo hiciera así, la única solución que me quedaría sería matarme para no morir.
Yo, por mi parte, no tengo intención de hacerme vegano, ni de dejar de usar el móvil, ni de dejar de beber leche, ni de dejar de llamar imbécil al que se compre una orgonita y sinvergüenza al que se la venda. Voy a seguir viviendo al margen de los riesgos que no existen, porque bastante tengo con gestionar los de verdad. Si no lo hiciera así, la única solución que me quedaría sería matarme para no morir.
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